Y la elfa iba, que bastante tenía, casi la batalla perdida, ya ni que temer quedaba, ni escudo, ni armas, ni fuerzas ya...Entonces se puso enfrente y miró, como quien reta al mar, pensando en que de esa no salía, y comprobó que a los orcos también les tiemblan las manos...tuvo tiempo a huir orgullosa porque ahora sabe que el orco tiene miedo, sólo por eso.
